Olas y acantilado
vendavales e incendios
son dibujos de las manos,
sombras de juegos chinescos.
En verso y axioma enmarcamos
el azar que no entendemos
que escrito está, encriptado
en las yemas de los dedos.
De lo muerto a lo cierto no hay trecho,
de dudas palpita la vida,
de idas y venidas son sus venas
que mil lunas no concretan,
germinan ciento por una,
como espigas
bajo el caótico calor
de un corazón de sol y horóscopos,
ese calor que todo lo agita,
que nunca retorna,
que aguarda.
Se bifurca a cada paso
el camino de lo vivo,
nada puede latir
sin plasmar un laberinto;
sabemos,
sabemos sin decirlo,
ser guardianes de lo incierto.
Llevamos escrito en los ojos
que predecible
es el singular de muertos.
R.
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